El verdadero arte del fluir
Hace apenas dos días nos dejó Maya Plisétskaya, la gran bailarina rusa, un mito inmortal del arte y la expresión. Su figura frágil, casi etérea, parecía sostener en el aire un universo entero.
Cada uno de sus movimientos era una caricia al tiempo, un gesto suspendido entre la fuerza y la delicadeza. Sobre el escenario no interpretaba a un cisne: ella era el cisne.
Su danza era la encarnación perfecta del fluir.
Esa misteriosa sensación que a veces sentimos al bailar, cuando el tiempo se disuelve y el cuerpo se mueve guiado por algo más grande que la voluntad, por una corriente invisible que brota del interior.
En mis clases de Yoga y Taichí, suelo hablar a menudo de esta cualidad: fluir.
Sin embargo, observo que muchos alumnos, al practicar, fuerzan las transiciones, cambian de postura con brusquedad o mantienen músculos en tensión cuando el movimiento pide soltura y presencia.
En el Yoga, esa rigidez interrumpe la respiración; en el Taichí, detiene la danza continua que une cada secuencia con la siguiente.
Fluir no es solo moverse con gracia.
Es permitir que la energía encuentre su propio cauce.
Es confiar en que el cuerpo sabe más que la mente, y que en su silencio late la sabiduría del ritmo, del equilibrio, del arte de dejarse ir.
Así danzaba Maya: sin esfuerzo, sin pausa, fundida con el instante.
Y en ese misterio reside la verdadera enseñanza del fluir.
Como diríamos los catalanes "així no anem be"...
VISUALIZA CADA UNO DE LOS EJEMPLOS SIGUIENTES:
- Algas marinas flotando sobre las olas del mar.
- Un torrente de aguas cristalinas.
- Un pájaro surcando el cielo.
SIN PASIÓN NO HAY FLUIDEZ
- Debe de existir una disminución de la conciencia para llegar a un estado de fluidez, pero si no hay emoción en aquello que realizamos nuestros movimientos surgen toscos y sin brillo.
- La pasión moldea y afina el flujo del movimiento. Si espiritualizas una postura de Yoga la condicionas para que no haya tensiones innecesarias.
- Si conviertes los movimientos de Taichí en una danza dirigida desde el corazón, estos surgirán armoniosos y delicados.
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Editorial KAIROS |
🌀 Ejercicios para despertar la fluidez
🌿 1. El cuerpo que respira
Objetivo: conectar la respiración con el movimiento.
Lugar: cualquier espacio tranquilo y sin interrupciones.-
Ponte de pie, con los pies separados al ancho de las caderas.
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Cierra los ojos y siente el aire entrar y salir.
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Deja que cada inhalación impulse un pequeño movimiento: los brazos se elevan, el pecho se abre.
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En cada exhalación, permite que el cuerpo se relaje y descienda suavemente.
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No controles el ritmo: deja que el aire mueva el cuerpo, no tú.
👉 Observa cómo la respiración es una danza interior. Ese es el primer paso hacia la fluidez.
🐾 2. El andar del felino
Objetivo: activar la conciencia corporal y la suavidad en el desplazamiento.
Lugar: una sala amplia o pasillo despejado.-
Camina lentamente, en silencio, como un gato que explora.
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Siente cómo el peso se reparte con precisión al apoyar cada pie.
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Tu cuerpo no avanza por fuerza, sino por continuidad.
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Evita los movimientos bruscos; busca el equilibrio dinámico entre firmeza y ligereza.
👉 Fluir es moverse sin romper la quietud interior.
🐍 3. El movimiento de la serpiente
Objetivo: flexibilizar la columna y conectar con la ondulación natural del cuerpo.
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Desde la posición de pie, comienza a mover suavemente la cabeza, después los hombros, el pecho, el abdomen, la pelvis…
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Crea una cadena de movimientos continuos, como si una ola recorriera tu cuerpo.
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Permite que el movimiento se vuelva más libre, más sinuoso, sin buscar una forma exacta.
👉 Siente la energía circular y continua: no hay principio ni final, solo flujo.
🌳 4. El árbol y el viento
Objetivo: enraizamiento y libertad al mismo tiempo.
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Planta los pies firmes en el suelo: eres el tronco de un árbol.
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Eleva los brazos lentamente y deja que el aire los mueva, como ramas empujadas por la brisa.
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Deja que el viento interior (tu respiración) guíe esos movimientos.
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Si el viento sopla más fuerte, permítete balancearte sin perder el centro.
👉 Fluir no es rigidez ni caos: es adaptarse sin romperse.
🌊 5. El río interior
Objetivo: soltar la mente y dejarse guiar por la intuición del cuerpo.
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Pon música suave y cierra los ojos.
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Imagina que tu cuerpo es un río. Cada parte fluye en una dirección, pero todo está unido.
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Deja que tus movimientos nazcan de dentro, sin pensar ni planificar.
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Siente cómo el ritmo cambia: a veces lento, a veces vivo, pero siempre conectado.
👉 Cuando fluyes, el cuerpo se convierte en un puente entre la tierra y el aire.
✨ 6. El gesto suspendido
Objetivo: integrar fluidez y pausa.
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Realiza movimientos amplios, circulares, fluidos.
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En cualquier momento… detente.
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Observa la quietud que queda en el cuerpo: el eco del movimiento aún está vivo.
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Luego, sin romper ese hilo interno, vuelve a moverte.
👉 La fluidez también se encuentra en el silencio entre dos gestos.
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