💫 El efecto globo y el arte de comprometerse
Con este nuevo escrito no quiero que se me malinterprete.
No pretendo juzgar a nadie, ni mucho menos moralizar sobre cómo debe organizar su vida cada persona.
Quien me conoce sabe que no soy precisamente el ejemplo de la meticulosidad.
Dicho esto, me gustaría compartir una reflexión sobre un fenómeno que muchos profesionales que trabajamos con personas —ya sean clientes o alumnos— vivimos a diario.
Al final encontrarás algunas pautas prácticas para reflexionar y, si lo deseas, aplicar.
MIS DOS AMIGAS MARTA Y ANA

🫶 Dos amigas y una misma historia
Durante una comida con mi amiga Anabel, profesora de inglés, le pregunté cómo iban sus clases.
Me respondió con una mezcla de cansancio y decepción:
—Muchos alumnos empiezan con ilusión, pero al poco tiempo se desinflan. Cancelan clases, priorizan otras tareas… y, finalmente, tiran la toalla.
Los franceses dirían “jeter l’éponge”, los anglosajones “throw in the towel”.
Anabel se enfrentaba cada día a alumnos que confirmaban su asistencia con entusiasmo… y la cancelaban a última hora. Una práctica que se ha vuelto tan común que casi parece parte del paisaje moderno.
La vida actual nos empuja a correr.
A improvisar.
A no dejar huecos para el compromiso.
Algo parecido le sucede a Marta, una gran diseñadora gráfica. Me contaba, preocupada, cómo algunos encargos importantes que preparaba con dedicación terminaban cancelándose sin previo aviso… y, por supuesto, sin remuneración.
Podríamos justificarlo diciendo que la inestabilidad económica nos obliga a priorizar, pero no deja de ser un síntoma del mismo mal: la falta de compromiso.
Recuerdo también mis años en un gimnasio, cuando los jefes sonreían satisfechos al ver que muchos socios seguían pagando la cuota mensual sin pisar las instalaciones.
¡Un negocio redondo!, decían.
Pero ¿qué hay detrás de esa actitud?
Tal vez una mezcla de buenas intenciones, autoengaño y el olvido de algo esencial: cumplir con uno mismo.
🔥 El verbo comprometer
Cuando decidimos aprender inglés, practicar Pilates o salir a correr los sábados, el impulso inicial nace del deseo genuino de mejorar nuestra vida.
Ese impulso es una promesa silenciosa con uno mismo: un pacto de crecimiento.
Sin embargo, mantenerlo exige algo más que motivación.
Exige constancia.
Los entrenadores personales y los instructores lo sabemos bien: ya no basta con impartir una buena clase, sino que debemos renovarnos, mantener la energía viva, ahuyentar la monotonía y seguir inspirando.
Aun así, hay quienes confunden el compromiso con el espectáculo, esperando que cada sesión sea una función de circo.
Y ahí el fluir se rompe.
🎈 ¿Qué es el efecto globo?
Lo llamo así: el efecto globo.
Comienza con entusiasmo, energía, y buenas intenciones…
Hasta que un día, ¡poff y choff!, el globo se desinfla.
La ilusión se apaga, el compromiso se diluye, y la frustración ocupa su lugar.
Para quienes trabajamos codo a codo con nuestros alumnos, acompañando procesos de cambio, este fenómeno puede ser agotador.
Llovizna una tarde, y se cancela la clase.
Hace sol, y se sustituye el yoga por un paseo.
Una a una, esas ausencias construyen la distancia entre el deseo y la meta.

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Sé realista con tus metas. Ajusta tus expectativas a tu tiempo y energía.
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No priorices siempre lo urgente sobre lo importante. Si lo haces, el globo se desinfla.
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Planifica tu día. Un horario ordenado protege tu compromiso.
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Recuerda que los resultados requieren tiempo. En el deporte y en la vida, nada sólido se logra de inmediato.
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No faltes a ti mismo. Cada clase que evitas te aleja de tu propósito.
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Valora el esfuerzo de quien te guía. Tu instructor invierte energía en ti: honra ese intercambio.
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Haz del movimiento un placer, no un castigo. Practicar no es sufrir: es invertir en tu salud.
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Protege tus horarios. Si los demás no los respetan, acabarás siendo una marioneta de las circunstancias.
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Recuerda: el dinero dedicado al bienestar jamás es dinero perdido.
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Una vez que el globo se desinfla, la autoestima también cae. Cuídala con disciplina amable.
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Busca la técnica que te haga vibrar. No todas son para todos, pero una siempre te está esperando.
FOCALIZA TU MENTE:
A menudo no alcanzamos nuestras metas por falta de claridad o constancia.
Visualizar lo que deseamos es una herramienta poderosa, pero su fuerza se multiplica cuando añadimos emoción.
Pregúntate:
¿Cómo me sentiré cuando logre esto?
Imagina esa sensación, vívela en presente y deja que te acompañe cada día.
Y si la motivación decae, formula la pregunta inversa:
¿Qué pasará si no lo logro?
Pensar en el remordimiento o la pérdida puede ser una chispa de empuje.
Porque al final, lo que nos sostiene no es la fuerza, sino la pasión.
La pasión es ese fuego que te levanta aunque estés cansado, desanimado o sin apoyo.
Es la que transforma el esfuerzo en propósito y el propósito en camino.
Y es la que, pese a todo, te susurra al oído:
sigue adelante, porque esto importa.
La pasión como brújula
No busques la perfección.
Busca empezar hoy, aunque sea con pasos pequeños, aunque el miedo te susurre que no estás listo.
El camino no lo abre el más preparado, sino el que se atreve a dar el primer paso.
Pregúntate:
¿Cómo me sentiré si no lo intento?
¿Qué pasará en mi vida si dejo que el tiempo se lleve este sueño sin haberlo intentado?
Pensar en el vacío que dejaría la renuncia, en el peso silencioso del remordimiento, puede convertirse en el impulso que te devuelva al sendero.
A veces, imaginar el dolor de no haber luchado es más poderoso que cualquier motivación externa.
Porque cuando tu deseo se transforma en pasión auténtica, nada puede detenerte.
La pasión es esa llama interior que arde incluso en los días grises:
cuando el cuerpo se siente cansado, cuando nadie te comprende, cuando los obstáculos parecen multiplicarse.
Esa misma pasión será la que te levante una y otra vez, la que te recuerde por qué empezaste, la que te devuelva la energía cuando creas haberla perdido.
Y entonces lo comprenderás:
no era la meta lo importante, sino la fuerza que has despertado en el camino.